el ordeñador de reses , juan carlos recio




EL ORDEÑADOR DE RESES

par Juan Carlos Recio

EL ORDEÑADOR DE RESES


Para Felix, Ihos, Marga y Sonia,

que provocaron ciertas conversaciones online


No por silbar mi peso se aligera

tampoco se nace así de oro fundido

como quien busca un horizonte

con menos claridad

que la espuma de esas bocas

ajenas a tu delirio.

Yo era un ordeñador

que quería un pedazo de tierra

donde mis pies cuando sudaran

hiciera que las plantas al crecer

antes que la eternidad

me saluden,

sin que salga de largo

ese deseo de pertenencia

dado como un campesino

orador del "buenos días";

quería, incluso, ser un hombre

sin necesidad de llorar ante los escapularios,

una virgen que no se marchitara

como una flor sin polen en su página inconclusa;

y confieso que no pude

si por cada mitad, el polvo

de un camino escogió su horizonte

y algunos desconocidos

depositaron dentro, en vez de amor

oscuros presagios

con la clara intención

de volar cada uno de mis pasos.

Que nadie venga

con su cara de muerto igneo

a que le cante con ruído

esas estrofas donde los desamparados

solo tiemblan en el último escalón

cuando el abismo

es la cerca que separa tu alma

del vacío.

Que nadie se haga santo y seña

solo por ver como escarchan mis deseos

sin esa ilustre pureza

que da a los nobles en destino.

Nunca he podido dormir

oculto hacia esa cerca,

algunas noches solo espero volarla

y otras no soy más que un simple agujero

en la huella olvidada de algún inconforme.


Si la vida es otra cosa

no he podido llegar a merecerlo

ya lo dije antes

solo soy un campesino que se ordeña

para beber en soledad

esa leche tibia

que me niegan los absurdos.


Lo que soy es también lo que no soy

y aunque esté lejos de todo

puede que si me estire alcance

esa luz que por el techo filtra

el espacio entre la soga

y mis pies que cuelgan

balanceados al azar:

una solemnidad con la que también

veo podrirse el paso de estas horas

donde no sabemos si nos preparamos

para la felicidad o la muerte



Juan Carlos Recio

NY/ 18 de Agosto del 2010

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