eLIECER laZO


ilustraciOn WILLIAM RIOS

Eliecer Lazo

Muerte del tonto de la colina

Bebía grandes tajadas de sol
sus pies, su vesícula, las diminutas venas de los ojos
estaban llenas de lumbre y sobriedad.

Sabía mucho, sabía los horarios de las mariposas
las palabras que no decía la gente
el abrazarse doblando las pestañas.
El estaba ahí en su pelota de tierra
en la suave colina donde podía respirar
mirando la rueca hora tras hora
sabiendo lo que pensaban los pájaros de los hombres.

Nunca mintió
no tuvo nunca día de ponerse una corbata y sonreír
llenar papeles estúpidos con el nombre de su madre,
él estaba ahí mirándolo todo con esa especie de desdén
que uno tiene en los ojos cuando conoce el horizonte,
hoy degollaron al tonto de la colina
le hicieron vomitar toda la luz
y dejaron su lengua sin tesoros

después había burbujas encima de las piedras
donde su rostro vigilaba los fulgores
sacaron de su estómago hasta las últimas estrellas
que todavía latían su vivir

hoy degollaron al tonto de la colina
seguramente está al venir la guerra.

Noticias del ausente

Siempre hay un rostro que no sigue
por el cuarto vacío;
es a veces el polvo que cruje en el librero
donde mi padre puso tres generaciones de paciencia,
o esa canción de olvido
que se enreda en el fondo de la guitarra
y sube hasta los ojos
para que no desaten sus notas un gemido
y se asuste la casa en todos sus rincones.
También está el color dictándome otros días
como aquel cuando el mar hizo un ruido tan negro
que apenas si logro clavarlo en la mirada
y tuve un miedo limpio,
y salí con el gesto de la sonrisa impune.
Siempre queda una ausencia escrita en el mantel;
un olor que nos hace bajar la voz que empieza
a mecerse en el fuego de la lámpara,
y cuando así uno llega detiene el paso en alto
y sienta sobre el nervio otra ternura.
Luego nunca se sabe qué nos salvó la vida.

Profecías

Si vinieran los hombres que poblarán este lugar
-según la predicción de Camilo XXIV-
no encontrarían el árbol del pecado, el cuerpo de Carmela
que para entonces viajará en un tren
despojada de rumbo y territorio.
No la hallarían jamás,
ni a su desorden de naranja o su fruto prohibido.
Vendrán,
se asegura,
con afiladas lanzas y túnicas celestes
para extender los pliegos que decretan la muerte
de todo aquel que tenga
un rasgo de Carmela en la pupila,
de todo aquel que la haya deseado.
Pero ella canta aunque la cama cruja,
puesto que sabe lo que son sus pechos...

Camilo ha de morir, y han de morir los ángeles,
y los hombres que poblarán este lugar
tendrán que suicidarse,
porque Carmela y yo estaremos riendo
sobre la hierba verde de la tarde
mientras todos los espejos del mundo
intenten explicar lo que es su cuerpo.

Murió mi voz

Murió mi voz hace diez años, justo
no sé si fue en diciembre o en febrero,
si era luna llena o sol entero
o si llovía para darme el gusto.

Murió mi voz y ya nunca me asusto
ni con la muerte cuando no me muero
ni de la vida cuando muerte quiero
ni de esta muerta vida en que disgusto…

Una noche de invierno, una tristeza,
una noche sin luz o una tibieza,
una melancolía derramada.

Si me voy a morir y quizás muera,
moriré como muere quien espera
la muerte tanto tiempo acumulada.

Eliecer Lazo(Matanzas, Cuba, 1959-1996).
Escultor, pintor, mago, trovador y poeta, falleció tempranamente. Noticias del ausente, cuaderno que recoge la mayor parte de sus poemas conocidos, fue editado póstumamente por Ediciones Vigía en su natal Matanzas

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