Burocracia, de JOSEAN MARTIN MANCEBO





Burocracia

por Josean Martin Mancebo




Ministerio de actos violentos 10:07 horas.

Un hombre de esos que solemos definir como “individuo”, de esos de los que nunca recordamos el color del pelo, si lleva gafas, o no, y menos aún cual es su nombre; se sitúa frente a una de las infinitas ventanillas que horadan los tabiques del ministerio y tras unos segundos o minutos de duda - para él toda una vida - y un casi mudo carraspeo, abre su boca temblorosa y dice:

_ Buenos días – con voz chillona que delata su nerviosismo - ¿Es ésta, la ventanilla de suicidios?

_ Otro miope… pues claro que sí ¿No ve acaso el caballero, el cartelito que hay encima de la ventanilla? – responde una voz irritada –

_ Perdone – contesta tímidamente el individuo – pero estoy un poquito nervioso… además no estoy familiarizado con el lugar y…

_ Sí hombre, contesta secamente la voz del otro lado; y añade con sorna: Será que para ver el cartelito hay que conocerse el edificio de memoria.

Durante unos minutos el individuo se queda paralizado. Sin saber responder a la agresión de la que se siente objeto y sintiéndose vencido e incapacitado para estar a la altura de las circunstancias, se dispone a realizar un rápido giro de ciento ochenta grados, y en acelerada huida, desandar el camino que le ha traído hasta tan funesto lugar. Pero… no sin antes echar una mirada al terrible oponente que con dos frases ha desbaratado sus intenciones. Y es en ese momento cuando héroe, pues héroe es tras superar este primer obstáculo, recobra la seguridad al comprobar que el que tenía por invencible adversario, no es… una pequeña mujer. Una minúscula mujer que parapetada tras unas desproporcionadas gafas de pasta, con lentes del grosor de una lata de anchoas, se dedica concienzudamente a pintarse las uñas de un rojo sangre; haciendo gala de la seguridad que le proporciona su puesto de funcionaria y de la tranquilidad del que se siente poseedor de los conocimientos necesarios para el desempeño de su cometido. Y haciendo caso omiso a la voz que, dentro de su cabeza, le dice que el rojo intenso del pintauñas barato que luce su oponente, es un aviso de la ferocidad a la que puede llegar si se siente atacado; nuestro héroe, tras un nuevo carraspeo de intensa sonoridad que hace girar la cabeza de la funcionaria y por consiguiente situarle por primera vez en el punto de mira de las grotescas gafas, vuelve a abrir la boca: dispuesto a no dejarse vencer otra vez por una mujer; dispuesto a gritar, si hace falta, el porqué de su presencia; dispuesto a exigir que la arpía a la que se enfrenta, le atienda; dispuesto a recordarle que su sueldo de funcionaria existe gracias a los impuestos que él y otros muchos como él, pagan religiosamente, y que por ello, lo mínimo que tiene que hacer es respetarle ya que es su fuente de sustento; dispuesto a llegar a donde sea con tal de que… pero un momento… no es arpía, sino medusa y sus ojos agrandados por las lentes, se clavan en los de nuestro protagonista paralizándole la garganta, dejándole sin aire, sin energías…y un hilillo de voz se escurre entre sus labios:

_ Yo venía a solicitar un permiso de suicidio

Las venas del cuello de la funcionaria se hinchan y tensan, como si bajo la piel se disputase una carrera de lombrices que tuviese como meta la cabeza y por un momento nuestro héroe piensa que va a estallar… como en aquella película de ese actor tan cachas con el que su mujer jocosamente le compara. Un actor de apellido alemán que luego se metió en política y que en aquella película llega a Marte, como si Marte estuviese a la vuelta de la esquina y una vez allí…

Un grito como un trueno devuelve a nuestro héroe al presente:

_ ¿LE HE PREGUNTADO ACASO ALGO? ¿NO VE QUE ESTOY ORDENANDO UNAS SOLICITUDES?… ESPERE UN POQUITO CABALLERO, ESPERE UN POQUITO.

El silencio se apodera del ala oeste de la tercera planta del MAV (Ministerio de Actos Violentos). Decenas de ojos, los de los allí presentes, interrogan a nuestro héroe que, aturdido y desorientado por la agresividad acústica de la funcionaria, sólo es capaz de seguir mirándola. Y ella, obviando su presencia, levanta los brazos con las palmas de las manos extendidas, con los dedos separados y estirados, en lo que a nuestro héroe parece un gesto de victoria; y tras comprobar que las uñas han quedado perfectas, con la mejor de sus sonrisas, y una pequeña dosis de ironía en el tono de su voz, la funcionaria dice:

_ Así que el caballero quiere solicitar un permiso de suicidio. Seguro que es para el abuelo, lo típico… como el hombre molesta… pues eso, se le lleva el impreso a casa, le dicen que es un recibito que hay que firmar y cuando se confirma la solicitud… un poco de estramonio en la sopa, unas lagrimitas en el funeral y a cobrar la herencia pues todo está en regla.

_ ¡NO POR FAVOR! - responde nuestro héroe recobrando el aplomo y la dignidad – no piense eso, yo sería incapaz de hacer tal cosa. La solicitud es para mí. Yo soy el suicida.

_ UN DESESPERADO DE LA VIDA - dice la funcionaria entusiasmada – cuanto tiempo hacía que no pasaba por aquí alguien como usted… y… ¿Cuál es el motivo del suicidio?… no, no me lo diga… su mujer le ha puesto los cuernos… no, demasiado obvio… se ha arruinado jugando al bingo, pero no tiene pinta de jugador… a ver este… su equipo de fútbol ha descendido a segunda… aunque mirándole a la cara… seguramente sea por impotencia sexual…

_ Creo señorita – irritado – que la razón que me lleva a tomar tal decisión no es de su incumbencia.

_ Bueno, bueno, no se ponga usted así, a ver si le va a dar un ataque al corazón y se nos frustra el suicidio.

Sepa usted que servidora, para desempeñar correctamente las funciones de este puesto, ha tenido que hacer un curso intensivo por el CEPM: Centro de Estudios Psicológicos Ministerial, sobre la psicología del suicida y si le preguntaba por el origen de sus penas, caballero, era únicamente con la intención de ayudarle y de paso cumplir con la normativa A37 del ministerio para evitar el colapso en las esperas de solicitudes. No obstante, quiera el caballero, o no, tendrá que decir el motivo, pues hay que hacerlo constar en el impreso de la solicitud que yo me ofrezco a cumplimentarle debido a la dificultad que conlleva dicho acto… y dándose prisa que en breve me tengo que ir a tomarme el café.

Nuestro héroe pierde el aplomo y siente unas ganas terribles de irse, pero la mirada de la funcionaria le tiene paralizado.

_ ¡VENGA! - dice irritada la funcionaria – ¡DÍGAMELO!
_ Mimujermeponeloscuernos.
Un grito como cien truenos inunda el ministerio:
_ ¿QUÉ SU MUJER LE PONE LOS CUERNOS?

Gran silencio en la tercera planta, ala oeste, del MAV. Todos los allí presentes miran a nuestro héroe.

_ Yo que usted la mataba – dice la funcionaria – Si mi Luís me hiciera eso a mí… le mataba, no me lo pensaba dos veces, le mataba.

_ Si lo he intentado, pero me han denegado la solicitud de asesinato por adulterio por no poder cumplimentar la casilla 38…

_ La 38, la del nombre del amante… conozco un caso parecido… pero siga, siga
_ Pues eso, que sin saber quien es el amante no se puede demostrar adulterio y sin adulterio no hay asesinato… y yo no puedo soportar…

_ Vivir con ella.

_ No, no puedo soportar que los vecinos se burlen de mí. Todos los días cuando salgo de casa para ir al trabajo se asoman a las ventanas y me cantan la canción del venao. ¿La conoce?

_ ¿A su mujer?
_ No, la canción.

_ ¿La canción?… ah… mi Luís se pasó toda la noche de fin de año bailándola mientras se reía como un poseso… es que se le sube la champaña a la cabeza y… pero esto no tiene nada que ver con su suicidio, son las once y cinco y todavía no me he tomado el café de las once, a este paso se me va a juntar con el de las once y media.
Así que manos a la obra y cumplimentemos el impreso. ¿Nombre y apellidos?

_ Pedro Jimeno Jiménez.
_ ¿Número de DNI?
_ 79.254
_ Un número de muerto, casualidades del destino, ji, ji.
_ ¿De muerto?
_ Sí, es número muy bajo y desde hace muchos años estos números ya no se utilizan y… pero, deje de entretenerme Sr. Jimeno, a este paso se me muere usted aquí de viejo sin que hayamos terminado.
_ Perdone.
_ ¿Domicilio?
_ Calle del buen suceso, número 25, noveno “B”, código postal AS25 de…
_ Sí, ya lo sé, no continúe. ¿Teléfono de contacto?
_ Pues es que… no se lo va a creer, tuve una mala racha en el bingo y no pagué la factura de Teleflom y me han cortado el servicio.
_ Es usted un cúmulo de desdichas Sr. Jimeno… bueno, da igual, nos lo inventamos, total nunca se llama a los solicitantes.
El motivo ya lo sabemos y… mejor déjeme su DNI y tomo el resto de los datos sin necesidad de hacerle más preguntas, además tenemos que adjuntar una copia del mismo a la solicitud.

Jimeno forcejea unos segundos con su cartera y extrae el documento depositándolo en el mostrador de la ventanilla. Una garra de uñas rojas coge el DNI, pinzándolo con dos dedos, como si temiese el contagio de la fatalidad de Jimeno por el mero hecho de tocar algo que le pertenezca.

_ ¡Por Dios! si es usted mucho más joven de lo que aparenta… creo que debería cuidarse… aunque quizá ya sea demasiado tarde, ji, ji.

Una burbuja de silencio envuelve a Jimeno y a la funcionaria mientras ella cumplimenta la solicitud y hace la fotocopia del documento.

_ Tome, lo tiene de vuelta tan lustroso como me lo entregó, ji, ji.
Jimeno guarda el DNI tras un nuevo forcejeo con la cartera.
_ Bueno… y… ¿Cómo piensa suicidarse?
_ De un tiro en la cabeza.
_ Bien. Rápido, poco doloroso si se sabe hacer bien – lanza una mirada de duda a Jimeno - fácil de diagnosticar para el forense y ya de paso molestamos un poco a la viuda dejándole la casa salpicada de sangre y sesos… ¿Tiene ya el arma que va a utilizar?
_ Sí, una pistola, la traigo conmigo

_ ¿Sabía usted Sr. Jimeno que antiguamente, antes de que se implantase el sistema ministerial y sus conocidas ventajas, un ciudadano no podía ir por la calle con un arma y mucho menos entrar con ella en un ministerio? Y aún hay quien critica nuestra actual forma de gobierno… dónde se ha visto que un arma de fuego, como la que usted me va a depositar en el mostrador de la ventanilla para tomar el número de serie; dónde se ha visto, decía, que esa pistola… ¿Pistola? Sr. Jimeno sabe usted menos de armas que un Dalai Lama. Esto que usted me deja sobre el mostrador es un arma de fuego de recámara múltiple en forma de cilindro giratorio o tambor, o dicho en cristiano: UN REVÓLVER, no una pistola como usted me decía.


Es un poquito antiguo ¿no? deje también en el mostrador el permiso y la licencia de armas.
_ ¿Permiso y licencia de armas?
_ Sí, permiso y licencia de armas.
_ Es que… no tengo.
_ O sea que pretende pegarse un tiro con un arma que no es de su propiedad y que no está autorizado a usar… ¡seguro que es robada!
_ No – contesta Jimeno irritado – era de mi abuelo, de cuando la guerra.
_ Si ya sabía yo que el abuelo saldría a relucir antes o después. Nunca falla, siempre aparece el abuelo. Pues lo siento, pero el revólver se queda conmigo hasta que aparezca su abuelo y demuestre que es suyo.

_ ¡PERO SI MI ABUELO ESTÁ MUERTO SEÑORITA!
_ Así que ya se lo cargó, si se le veía en la cara, y lo más triste de todo es que lo mató por un revólver que tiene más años que Matusalén.
_ ¡SEÑORITA! ¡MI ABUELO MURIÓ COMO UN HÉROE EN LA GUERRA!

_ Sí, todos murieron como héroes pero la guerra la perdimos y si su abuelo ya está muerto no creo que le haga falta el revólver así que se queda aquí hasta que se lo entreguemos al Ministerio de Antigüedades y si quiere recuperarlo haga una solicitud a dicho ministerio… por lo demás creo que va a tener que suicidarse de otra manera.
_ ¡PUES ME TIRARÉ DESDE UN PUENTE! O ¿PIENSA PEDIRME UN CURSO DE VUELO SIN MOTOR?
_ Estupendo, para ese tipo de suicidios no hace falta documentación relacionada… ¿Ha traído la partida de nacimiento y la fe de vida?

Jimeno traga saliva en un inútil intento de no perder los nervios. Recuperando su habitual tono de voz y clavando sus ojos en la funcionaria como si fuesen los clavos de Cristo, responde:

_ No, no las he traído y por favor, por el bien de ambos, no me diga que es necesario que las traiga.

_ ¿Necesario? Imprescindible o piensa usted, Sr. Jimeno, que el MAV va a conceder un permiso de suicidio sin que usted demuestre que ha nacido y que está vivo.
_ ¡SEÑORITA! ¡USTED ME ESTA TOMANDO EL PELO! ¿VERDAD?
_ ¡SERVIDORA NO TOMA EL PELO A NADIE! ¡EL REGLAMENTO DICE QUE EL IMPRESO DEBE IR ACOMPAÑADO DE DICHOS DOCUMENTOS Y SI USTED NO LOS HA TRAIDO, VUELVASE A POR ELLOS Y NO ME SIGA GRITANDO O ME VERÉ OBLIGADA A LLAMAR A SEGURIDAD!

_ ¡PUES SABE LO QUE LE DIGO, HE CAMBIADO DE IDEA Y EL TIRO SE LO VOY A DAR A USTED!
_ Muy bien Sr. Jimeno, pero le recuerdo que para hacer eso tendría que disponer de un permiso del Ministerio y las circunstancias a las que usted apelaría no serían procedentes. En mi condición de funcionaria no puedo ser asesinada, bajo ningún concepto, en virtud al decreto 120/81 que regula las bajas innecesarias en los ministerios.

No obstante y como veo que sus ojos inyectados en sangre delatan una insistencia en mi muerte, recoja sus cosas y pase a la ventanilla derecha, donde una de mis compañeras del Dpto. de Crímenes y Asesinatos le volverá a decir lo mismo que yo con estas mismas palabras. Y vuelva a dejar el revólver en el mostrador que ya le dije antes que hay que entregárselo al Ministerio de Antigüedades… Pero… ¿Qué hace? ¿Por qué me apunta? ¡NO! ¡NO ME MATE! ¡NO TIENE PERMISO DEL MINISTERIO!
¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

Dos días después en un café cualquiera.

_ Sigo sin entenderlo Luís. Lo lógico hubiese sido matarnos a ti o a mí… pero… ¿A tu esposa?... ¿Qué gana Jimeno matando a tu esposa?... Y sin permiso del Ministerio ¿Qué van a decir los vecinos? ¿Y la familia?






Josean Martin Mancebo, escritor madrileño

Commentaires

Anonyme a dit…
bueno, llevo buen rato riéndome, desde que empecé a leer, y no tengo autorización pa reírme, así que dentro de nada van a venir del ministerio a ver que pasa, mientras llegan, quiero felicitar ambos por dejarme leerlo, sonia

Articles les plus consultés