Recuentos y decreto de primavera de la reina Margarita

Mark Ryden



Mi reinado se estremece. Salí de mi comarca, volé con el pánico de toda incivilizada e inmovilizada en el hielo infecundo, hacia la ciudad que agrupa a los de mi raza, de cuya traza había perdido consciencia, de tan descarriado que se me ha impuesto el destino.

Parece que el mundo cabe en Miami,y me cuadré del susto una temporada. Ni una palabra que no hubiese digerido, ni una respiración que delatara las riquezas que había traído del nuevo continente ha salido de mi boca.

Mi breve estancia en la vida, me acercó a semejantes, mareados frente al Caribe, ese mar que brujulea la suerte según cierto islote, cierta brisa que anuda una piedra en su pecho. Algunos quejumbrosos minimizan la belleza y desconocen que es patear el suelo donde domina otro idioma.

Manny Lopez es buceador de ese mar, y rescata los restos de los poetas enterrados en vida por sus contemporáneos; atrapa filamentos y los pega, a la vista de todos, del cometa o la estrella, porque cuando todo sea cuento, cuando ni el polvo del hueso chille, esa brevedad fulgurante nos salva.

Manny es un aparte en la creación, es de esos seres inabarcables en la bondad que nombran a los apestados. Agradecida le deseo una lluvia de meteoritos que desempolve consciencias.

Dormí siete noches entre libros , sábanas y cortinas rojas, el cuchillo en la puerta, en la ventana, resguardando la persiana entreabierta donde Carlos Pintado espanta el diente, la mordida de los caballeros de la sombras, o de la dama que acecha a los poetas entretenidos en la aspereza de la madera que corta o alivia en un segundo, depende, depende cuando quiebra.

Tuve un Mayo que me ofreció en un sobre la identidad para que nada me detuviera, mientras se ocupaba de adoptarme en familia. Carlos y Mayo en el prado de Miami, poniendo semillas y casa, donde escasos perros se atreven a cruzar el andén de la puerta.

Ser familia o amigo desconcierta porque deja lanzada que perfora cuando se instala la ausencia.

Había orden de que no dejara testimonio de mi zona oscura donde el Hombre ya no existe y los fantasmas de Europa se muerden el cráneo con aparente delicadeza afrancesada, su chic, su savoir vivre desmembrando el instinto y el alma. Y yo les evitaba, porque entendía, a su vez, que en los meridianos apacibles es inútil fijar la escarcha.

Recuerdo verme frente a las naves de la Feria donde se multiplicaban los rituales, y las sonrisas mordían los lomos de libros. Había firmantes y leedores, esa especie que sonroja a la estatua que sostiene la manzana, ajena del programa oficial, completamente divorciada , en su poesía.

Recuerdo al jinete ofuscado con su yegua peroxidada virándome la cara en aquel parque, al mediodía, como si estacara desniveles y deja s s ss sss que zumban en la huida. Recuerdo la decepción de no hallar extraterrestres en la vasta ciudad, solo humanos retocando triángulos con el sideral miedo de pertenecer a la tierra.

Recuerdo la cercanía de las siete. Mi salida entre gatos. Aseguro que me esperaban, con mi experiencia de callejera, idéntica en la búsqueda del plato que alimenta, idéntica en la piel que se deteriora con esta lluvia corrosiva de la indiferencia.

Recuerdo que venía Karin, con sus bolsas repletas de papeles sin hacer y cremas de malanga. Recuerdo que se perdía, a la misma hora, en las mismas callejuelas porque solo la guiaba la avenida de los álamos gigantes, que en noviembre pierden una que otra hoja y les da por perseguir, en luna llena, a los habitantes que sueñan, convencidos de que despertarán con una esperanza verde en las abiertas palmas de la mano.

Recuerdo que mi ojo insomne recibía en el centro del pecho informaciones de cada ojo que aparecía, y confesaba. , por esa confianza que destilan las reinas extranjeras, las sin tierra, desposeídas. Recuerdo a Delio probándose mis botas, a la chica que cantaba y a tantos visitantes de segundos sin hora.

Hubo quien supo que podía sentarse a mi mesa porque no sería encerrado en el espeluznante cuerpo amaestrado de la comunidad y sus leyes de lo bien o mal dicho.

No tenía carro, ni teléfono y no pude avisar cuando me dejé fornicar por el deseo de que mi hija viera esta ciudad, o cuando me paseaba sola, irremediablemente rodeada de voces con acento del país que perece bajo los cayos de la Florida. Mi madre ahí, y yo bajo el mismo sol, en la burbuja.

Hubo noches con los Manueles, el Vazquez, y el de la finca; en casa de Sindo un banquete de margaritas bajo la voz de Gabriel, capaz de provocar lagrimas y hubo quienes perdieron el habla y aún traduzco.

Gocé lo lindo con el viejo del Versalles, con los sobrinos que me contaban a mis padres como si fuesen Grimm hablando de la colina donde siempre permanecerán ancianos, sin entender que cabos ata su hija, tan desprendida de la tela.

Cómo puede una reina leer versos con tanta emoción, si solo desea escuchar que alguno sobrevive en lengua de otro humano? Así fue como Heriberto aceptó desplazarse vertiginosamente en el túnel de mi desequilibrio armónico , donde lo imprevisible florece en plaza. Maldicionario y Lezamillos fueron en lengua de Miami, en el turno de mi otro .No fui por nada, si fue un éxito.

Recuerdo con intensidad los parasoles azules en la playa, la arena – aquí la costa es de piedra brava- y el sol que me sacaba veinte inviernos rigorosos, mientras el pelo se ensalobraba porque conoce ese mar azorado y azul del caribe, y las calles, los puentes, los rascacielos, los cruceros, los palacetes, la bodeguita, el aguacate, el tamal materno.

Recuerdo a Belkis con su miedo a las aguas mostrándome el fondo del canal, para que apresara mejor a la tierra con la que pintaríamos un muro; para Baltazar una pared que sostuviera el pánico de las poetisas que deambulan al lado de las corrientes. Y a Elena en hada sabia , sonriéndome desde el abismo de la sala.

Lloré, siempre lloro un poco cuando me muevo. Hasta ahora por el desplazamiento que despierta el día en que no pude regresar a casa, y perdí a la muchacha que fui. Lloré por los que no pude acercar, y me han mostrado en las semanas que siguen que había querer. Temo que pronto lloré por el hueso que no responde y oxida en el estancamiento de esta ciudad ruinosa. Lloré, siempre lloro un poco cuando me muero.

Luego he callado, como si lo aprendido, lo hallado fuese un vestido precioso, oro y perlas en el poro, como si no quisiera dañar la calidez que poseí en Miami beach.

En este tiempo , tres meses a lo sumo, fui desprendiéndome, otra vez, de la vida. Hice libros y dibujé para cercanos de quienes admiro el talento. También sufrí persecuciones por quienes juzgaron mis actos de poco originales y mezclaron la ambición, el dinero y la fama a una simple andada entre los Hombres.

Mi reino cada vez más extenso, sin súbditos ni seguidores abriga por temporadas, -si es que puede proteger mi escasa piel agujereada- hasta hoy que he decidido verles de nuevo como niños que merecen teta y desvelo hasta que se quieran.

Jamás dejaré de planear sobre aquellas lagunas de Miami que desnivelan el avión sobre palmares y ponen el corazón en su lugar. Mil gracias.



DECRETO PARA LA PRIMAVERA DEL 2011

Decreto pues en esta primavera cercana, que busquen el polen necesario, pues su reina no soporta verles perturbados e infelices con todo o casi nada de lo que fue una semana.

Margarita, Su majestad, reina de Groenlandia.

Commentaires

Manny Lopez a dit…
Margaux,
Te acuerdas la pregunta que me hicistes aquella noche sentados en la hierba enfrente de la Ermita? Te acuerdas? Yo voy y vengo, pero me guio por mis intuiciones, por como son la gente conmigo, no por lo que dice este o aquella... Te quiero simplemente porque en ti encontre pedazos que se parecen a los mios, y ahi esta la cosa. Te quiero, y aunque a veces me pierda, no dejo de quererte, no paro de pensar cuando sera el proximo encuentro. Un beso grande, y todo mi carino, mi respeto por todo tu arte, por todo lo que haces, siempre estoy de tu lado...siempre. Manny
Anonyme a dit…
My Queen from Greonlandia, es que no te has ido, estás atrapada en mundos paralelos y a veces saltas para acá y otras para allá, y así nos tienes, viéndote aparecer y desaparecer, a veces sólo asoma tu mano con la Antología, otras tus pinturas salen en estampida por las calles de Le Havre, que de pronto es Coral Gables o Miami Beach, no se, pero estás colgada en mi cabecera, o mejor dicho, tu hermosa mujer de pelo salvaje tan lleno de sagas normandas. Lo cierto es que te vemos y sentimos siempre, en todos los mundos posibles.
Un fuerte abrazo.
Karin
Muy hermoso, muy lindo, muy tú, mi querida Reina Marga. Con la carrocita esa donde llevas toda la preciosa carga de una reina.
Nunca olvidaré cómo disfruté junto a ti la cración de esos murales, el tuyo y el mío, y Baltasar y Miguerlito y Eneida tan serviciales siempre. Como dos niñas jugando, que ésa es la verdadera vida, sin tiempo, sin fronteras, imaginando que, como decía Gabriela, que *íbamos a ser Reinas*.
Un beso y muchas bendiciones para ti y Laura.

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