James Augustine Aloysius Joyce

Nombre: James Augustine Aloysius Joyce
Lugar y fecha nacimiento: Dublín (Irlanda), 2 de febrero de 1882
Lugar y fecha defunción: Zurich (Suiza), 13 de enero de 1941 (58 años)

 
Poema XV

James Joyce

Sal, mi alma, de los helados sueños,
Del profundo sueño del amor y de la muerte,
Pues ¡mira! de suspiros se llenan los árboles
Cuyas hojas reprende la mañana.
Domina al este la gradual aurora
Donde brotan suaves fuegos,
Agitando aquellos velos
De gris telaraña de oro.
Mientras dulce, gentil, secretamente,
Repican las campanas de flores matinales
Y el sabio coro de hadas
Empieza (¡innúmero!) a escucharse.

James Joyce
 
 
 Por mí mismo, a mí mismo me bautizo

Por mí mismo, a mí mismo me bautizo
Con el nombre de Catarsis-Purgativo.
Yo, quien desgreñado abandoné camino
Por defender la gramática de los poetas,
Llevando a tabernas y burdeles
La mente del ingenioso Aristóteles.
Aquí mi intérprete debe estar
Por si acaso los bardos lo intentan
Y se equivoca, por lo que, ahora
De mis labios reciben ciencia peripatética.
Para entrar en el cielo, viajar al infierno,
Ser piadoso o terrible, uno, positivamente,
Necesita el alivio de las indulgencias
Plenarias. Porque cada auténtico místico
De nacimiento es un Dante, sin prejuicio,
Quien, a salvo en el rincón de la chimenea,
Por poderes se arriesga a extremos de
Heterodoxia, como quien halla una alegría
En la mesa, alabando las estrecheces.
Si uno rige su vida por el sentido común,
¿Cómo puede dejar de ser profundo?
Pero no debéis considerarme como a uno
De aquella compañía de mojiganagas.
Con aquel, quien se apresura a calmar
Las frivolidades de sus damas veleidosas,
Mientras ellas le consuelan cuando él
Hace pucheras con orlas celtas bordadas en oro,
O aquel que sorbe todo el día
Imprudencias mezclan su comedia,
O quien cuya conducta parece tener
Preferencia por un hombre de "tono",
O el que hace de remiendo harapiento
Para los millonarios de Hazelhatch,
Más llorando después de la santa cuaresma,
Confiesa todo su infiel pasado,
O quien tiene voluble sombrero,
No para la malta, ni para el crucifijo,
Sino para mostrar a todos cuán pobremente
Vestida va su alta cortesía castellana,
O quien a su dueño ama con delirio,
O quien con temor bebe su vaso de cerveza,
O aquel que una vez, cuando estuvo cómodamente
Acostado, vio a Jesucristo sin cabeza,
Y con esfuerzo intento salvar para nosotros
Las obras de Esquilo, perdidas hace tiempo.
Más todos estos hombres de quien hablo
Me hacen ser la cloaca de su pandilla.
Mientras ellos sueñan sus soñados sueños,
Yo les saco las corrientes apestosas,
Porque si estas cosas hago por ellos
Fue porque mi diadema perdí,
Esas cosas por las que severamente la Abuela
Iglesia me dejo plantado.
Así les alivio los tímidos anos, y mi oficio
Hago de Catarsis. Mi escarlata blancos
Como la lana los deja. A través de mí
Evacúan la panza llena. Para hermanar
Máscaras, a una y a todas, como vicario
General actúo, y para cada doncella,
Nerviosa y tímida, similar servicio realizo.
Que sin sorpresa reconozco la belleza
Sombreada de sus ojos, el "no osad"
De la dulce virginidad contestando
A mi corrupto "quisiera". Nunca ella
Parece que piensa en ello, cuando en público
Nos vemos, mas por la noche, cuando
Encerrada en el lecho, descansa y siente
La mano entre los muslos,
Mi pequeño amor, de luz vestido, reconoce la suave
Llama que s el deseo. Pero las patrias de Mammón
Bajo la prohibición tiene las costumbres
De Leviatán, y ese alto espíritu batalla
Siempre con los innumerables secuaces
De Mammón. Que nunca puedan ellos verse libres
De este tributo de desprecio. Así vuelvo
La vista, distante da las vacilaciones
De ese heterogéneo séquito, esas almas
Que odian la fortaleza que la mía tiene,
Acerada en la escuela del viejo Aquino.
Donde ellos se agacharon, se arrastraron y oraron
Yo permanezco, destinado por mí mismo,
Sin miedo, sin hermanarme, sin amigos y solo,
Indiferente como espina de arenque, firme
Como cordillera de montañas, donde
Mis astas centellean al aire. Dejad
Que sigan como hasta ahora, necesarios
Son para mantener el equilibrio. Aunque
Se esfuercen hasta la tumba mi espíritu
Nunca será de ellos. Ni mi alma con las suyas
Una será de ellos. Ni mi alma con las suyas
Una sea hasta que el Mahamanvantara
Se cumpla: que aunque a puntapiés de su puerta
Me echen, mi alma les despreciará para siempre jamás.
 
 

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