TODOS SE VIENEN, por ZOE VALDES






TODOS SE VIENEN.

Todos se vienen (la connotación no es sexual, descuiden; “venirse” en cubano quiere decir eyacular, no es el caso). Todos se vienen y van, ninguno vive en Cuba a tiempo completo, y sin embargo en su 'curriculum vitae' de presentación está establecido que son “cubanos de Cuba”. Como si eso los hiciera más auténticos que los demás. Más cubanos que nadie, que nosotros. Los que les hemos salvado a ellos la verdadera cultura cubana.


Le han cogido la vuelta a la escaramuza, son astutos. La mayoría tienen entre treinta y cuarenta años, y no voy a generalizar, forman parte de una generación que lo mismo chivatea, que jinetea, que gusanea en privado y luego bembetea de manera castrista en público, con la intención de ganarse puntos con el régimen. Mienten, todos mienten, eso tienen en común. Lo mismo se inventan que salieron con una beca en París cuando en realidad salieron casados con un turista, que se venden como profesores en prestigiosas universidades socialistas, y hasta se autocondecoran con distinciones imaginarias. Algunos llegan, lo logran, a “coup de cul”, en francés suena más elegante (a culazo limpio, en cubano).

Viven en el extranjero, o se la pasan viajando, y regresan a Cuba a marcarle la tarjeta a la tiranía. No pagan impuestos en ninguna parte, ganan dinero, mucho dinero, lo lavan en bancos en quiebra que tenemos que salvar nosotros, los contribuyentes, y sin embargo, se las arreglan para mantener tronco de casonas en la isla, con uniformados criados negros incluidos. Son los nuevos pícaros, los gaticos de María Ramos, que sin tirar la piedra ya tienen la mano extendida, que no escondida, para mendigar con lágrimas en los ojos y todo, una publicación , así tengan que plagiar a su propia madre, muerta o viva, da igual.

Viven enganchados del prestigio de los demás, del trabajo de los demás, como si no hubiéramos visto 'Eva al Desnudo' ('All about Eve'). Son de una incultura antológica, copian como unos caballos de Wikipedia con el desparpajo más alucinante que se haya sospechado jamás, luego denuncian a aquellos que los citan a ellos con extrema delicadeza y hasta los elogian. Intentan engañar y lo logran, sobre todo a las editoriales donde pululan los incultos, trepadores como ellos, pero de la "suciedad" capitalista. Son la generación de la “Shopping”, con libreta de racionamiento mirada de reojo, cual objeto anacrónico. Son los anéstesicos, los del beso sinuoso, y la zancadilla bretera.

Inauguraron la Era de los “trepas”, no lo dudemos. No leen y cuando leen lo hacen prestado; no compran libros, se los roban, o se los "emprestan", como ya dije. Hurtan discos, libros, bibliotecas enteras, pinturas, esculturas, a pobres damas ancianas que les abrieron las puertas con toda la confianza y la generosidad del mundo. Se dijeron secretarios de esas damas, las aislaron de sus verdaderos amigos, las saquearon. Una vez descubierta la fechoría, hicieron y harán rodar la bola de que se trataba de viejas damas indignas aquejadas de Alzheimer.

Son putas o gigolós de hechura castrocomunista. Singan con "avaloir" y "royalties".

Todos se vienen, sea con una cartica de consejo a Mariela Castro, un mensajito para Flavio G, o para ese otro amante, allá en México, el escritor que informaba contra sí mismo… Todos se vienen masacrando o intentando masacrar a los demás. La verdadera “pingustia” es cuando tiemplan por ver la leche correr, por escalar y usurpar un puesto que no les corresponde. Ellos lo saben, no hay más que verles las caras de terror en un 'lobby' de hotel, cuando te los cruzas y les clavas la mirada. Dan el culo en árabe con tal de que les toque una gota de petróleo o un relojito chapado en oro.

Todos se vienen; empiezan a escribir ya de viejos, porque todo lo que intentaron de jóvenes no les funcionó: ni ser actores, ni pintar, ni chivatear, ni siquiera poseen talento para delinquir. No son escritores, son publicadores, ellos no quieren escribir, quieren publicar. Publicar es la consigna.

Llevan desde que nacieron gozando en la bachata “robolucionaria”, en secreto gimotean falsamente por los rincones, y luego allá se incorporan a la rumba, sea la de los guerrilleros de Hollywood (los verdaderos están muy viejos para el meneo y nunca supieron bailar), sea al ritmo de la candanga ñángara de la 'gauche' caviar europea o norteamericana, millonaria, eso sí.

Todos se vienen, porque son los “vivos”, los que hacen como si estuvieran dentro, pero en realidad están fuera, sacándole lascas e información a los verdaderos exiliados, tumbándole comidas, alardeando con cartas de crédito que no les pertenecen; chismosean horrores de las personas con las que conviven, las desprestigian, les inventan situaciones malévolas, porque lo que más necesitan es estar ubicados en el papel de víctimas. Pero no víctimas de una dictadura, no, qué va, se autotitulan víctimas del capitalismo bestial, del “embargo”, víctimas de los que les tiran el cabo, en resumen.

Todos se vienen, ¡¿concho, y por qué no se quedan de verdad en ese lugar que tanto veneran desde lejos?! Ah, porque el mambo está duro, aseronga, y vuelve la lagrimita oportuna, la quejiquera mariconil, el jineteo sentimental. Si algo no aguanto es el jineterismo con drama, ¡qué asco, cariño santo! Ah, el Benny, cuando lo citan lo ensucian, ni siquiera lo han escuchado como se lo merece. Porque todavía los discos del Bárbaro del Ritmo no se venden en la isla en las tiendas normales, ni siquiera existen las tiendas normales. Sólo lo usan de propaganda, como ya empiezan a usar a Celia Cruz descaradamente.

Todos se vienen, propagadores de cretinismo, predicadores de la secta. Niñatos se dicen, renuentes a crecer, lo peor, a madurar; ya viejos reviejos, porque escribir una novela a los 26 años, eso es ser escritor joven, pero escribirla al filo de los 40, por favor; ¿hasta cuándo? Viciosos del poder, robolucionarios hambreados, putañeros desposeídos. Voceros superficiales del crimen. ¡Allá ellos con su condena! ¡Qué los consuma quien no los conozca! Por esa trampa ya me hicieron pasar, no caigan ustedes. Que tampoco son tantos, y además sí que son tontos.

Zoé Valdés.
Columna en 'El Economista', titulada 'Zoé en el Métro'.

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